Por qué la elección MIR 2025 supone un punto de inflexión

El representante de los médicos jóvenes de la OMC reflexiona cómo la vuelta a la elección presencial ha incentivado la adjudicación de las plazas, que tras tres años se han agotado todas Leer El representante de los médicos jóvenes de la OMC reflexiona cómo la vuelta a la elección presencial ha incentivado la adjudicación de las plazas, que tras tres años se han agotado todas Leer  

Este año hemos asistido a algo más que a una adjudicación plena de plazas MIR. Hemos presenciado un cambio de inercia, una transición que demuestra que, cuando las cosas se hacen con sentido, diálogo y conexión con quienes viven el sistema desde dentro, el rumbo puede cambiar.

En los últimos años fuimos testigos de un cambio de paradigma en el proceso de elección del MIR que estaba haciendo que se quedaran plazas vacantes con la consiguiente pérdida de oportunidad y de talento.

Y es que estamos ante una nueva generación de médicos jóvenes que ya no se conforma con heredar inercias, que cuestiona y propone, que observa con admiración la entrega de quienes nos precedieron, pero no está dispuesta a pagar el mismo precio. Una generación que no cree que la vocación deba ir ligada a la renuncia sistemática, ni que la precariedad laboral sea parte inevitable del camino.

Esta generación se movilizó en su momento ante un cambio propuesto por el Ministerio de aquel entonces y, donde sus representantes reflejaron el elemento perjudicial del cambio de un modelo de elección MIR a tiempo real por uno de adjudicación de plazas en un formato telemático.

Durante demasiado tiempo, generaciones previas no se han movilizado por cambios propuestos por la élite política de turno que no respondían a una necesidad real. Esto ha conllevado que el sistema sanitario haya mirado hacia otro lado mientras las nuevas generaciones escapaban: a otros países, a otros modelos, o a otros sueños que sí ofrecieran dignidad, previsibilidad y respeto por la realidad del profesional médico. Hoy, en cambio, nos encontramos con una juventud médica que ha decidido dejar de huir. Que exige su lugar y, sobre todo, que quiere quedarse. Pero quedarse no es un acto incondicional: requiere entornos que acompañen, estructuras que evolucionen, liderazgos que escuchen y construyan con nosotros.

En varios informes que se elaboraron desde la Sección Nacional de Médicos Jóvenes sobre la situación de las plazas vacantes se exponían una serie de reformas a corto, medio y largo plazo para evitar el colapso de un sistema que estaba empezando a dar sus primeras señales de agonía. Una de esas medidas a ejecutar a corto plazo era la imperiosa necesidad de volver a la elección a tiempo real y que de esa forma, ese cambio de inercia se produjera, y los hechos nos lo han corroborado.

El reto ahora no está solo en formar a esos nuevos médicos que entran en el sistema, sino que está en retener a quienes han elegido esta vocación con ilusión, pero también con conciencia. La medicina del siglo XXI necesita profesionales con tiempo para vivir, con espacio para aprender y con oportunidades para crecer. Y esa realidad no es una concesión, sino una inversión. Porque cuidar al que cuida ya no es un eslogan: es una exigencia ética y estratégica.

La elección presencial de plazas, que este año ha vuelto a generar confianza en el sistema, es solo la punta del iceberg. Lo que verdaderamente ha cambiado es el relato: hemos pasado del «esto siempre ha sido así» al «esto puede y debe cambiar». Y ese es, quizás, el triunfo más importante.

Como generación, no pedimos privilegios, pedimos coherencia. Queremos un liderazgo que entienda que ya no sirve dirigir desde el despacho, sino desde la consulta; que sepa que los desafíos estructurales no se resuelven con parches, sino con visión compartida; y que reconozca que el talento no solo se forma, también se cuida.

Como decía con otras palabras aquel que soñó una sociedad más justa: «No basta con contemplar el futuro, hay que construirse uno digno de él». Hoy, los médicos jóvenes hemos decidido tomar ese testigo. No para romper con el pasado, sino para reescribir el presente con un lenguaje nuevo, donde los términos como conciliación, desarrollo, comunidad o salud mental no sean añadidos, sino pilares.

Este año, en el que aún quedan cosas por mejorar, y que puede entenderse como un año de victoria en cifras, es algo más. Es una invitación a seguir transformando la sanidad desde dentro, con la energía de quienes vienen sin miedo, con la convicción de que otra forma de ejercer la medicina es posible, y con la certeza de que el verdadero liderazgo es aquel que acompaña, no el que impone.

El futuro no lo escribe quien más años lleva, sino quien mejor entiende el tiempo que viene. Y nosotros, los médicos jóvenes, estamos más que preparados para ello.

*Domingo A. Sánchez Martínez, oncólogo Médico. Representante Nacional de Médicos Jóvenes y Promoción del Empleo, en el Consejo General de Colegios Oficiales de Médicos (CGCOM).

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