Era el que menos necesidad tenía, no ya de jugársela, sino de impacientarse, de sentir la presión. Era quien tenía más a perder que ganar. El Gran Premio de la República Checa, que se celebra en Brno, en un fin de semana, dicen, intempestivo, empezó con la presencia ¡por fin! del campeón Jorge Martín, de nuevo, en el taller del Aprilia Racing (terminó 17º en el primer ensayo, a 2.522 segundos del mejor tiempo) y con una nueva exhibición brutal, muy, muy bestia, de Marc Márquez (Ducati), que superó todos los reveses que le ofreció esta primera sesión de 45 minutos y, en tan solo nueve vueltas (los demás dieron, como poco, el doble), logró, no uno, sino los dos mejores tiempos de la mañana. Era el que menos necesidad tenía, no ya de jugársela, sino de impacientarse, de sentir la presión. Era quien tenía más a perder que ganar. El Gran Premio de la República Checa, que se celebra en Brno, en un fin de semana, dicen, intempestivo, empezó con la presencia ¡por fin! del campeón Jorge Martín, de nuevo, en el taller del Aprilia Racing (terminó 17º en el primer ensayo, a 2.522 segundos del mejor tiempo) y con una nueva exhibición brutal, muy, muy bestia, de Marc Márquez (Ducati), que superó todos los reveses que le ofreció esta primera sesión de 45 minutos y, en tan solo nueve vueltas (los demás dieron, como poco, el doble), logró, no uno, sino los dos mejores tiempos de la mañana.
Era el que menos necesidad tenía, no ya de jugársela, sino de impacientarse, de sentir la presión. Era quien tenía más a perder que ganar. El Gran Premio de la República Checa, que se celebra en Brno, en un fin de semana, dicen, intempestivo, empezó con la presencia ¡por fin! del campeón Jorge Martín, de nuevo, en el taller del Aprilia Racing (terminó 17º en el primer ensayo, a 2.522 segundos del mejor tiempo) y con una nueva exhibición brutal, muy, muy bestia, deMarc Márquez (Ducati), que superó todos los reveses que le ofreció esta primera sesión de 45 minutos y, en tan solo nueve vueltas (los demás dieron, como poco, el doble), logró, no uno, sino los dos mejores tiempos de la mañana.
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La cosa se estaba poniendo tan fea, tanto, tanto, que al italiano Davide Tardozzi, uno de los responsables del equipo Ducati Lenovo, no le quedó más remedio que acercarse a Marc, a mitad de entrenamiento frustrado, mientras el ingeniero Gigi Dall’Igna meditaba qué estaba pasando y los ingenieros, telemétricos y mecánicos del equipo de Borgo Panigale se volvían locos intentando averiguar por qué no funcionaban sus dos ‘Desmosedici’, para decirle al oído al ocho veces campeón del mundo, a través del casco, que no tuviese prisa y que hiciese lo que pudiese. Las manos de Tardozzi eran de «calma, calma, mucha calma».

Lo cierto es que la situación era de caos total. Lo cierto es que nunca se había visto, al menos este año, tanto lío en el taller de la derecha del Ducati Lenovo, el que ocupa Marc Márquez. La primera moto se paró en la primera curva y Marc tuvo que volver a su boxe empujándola. Nadie sabía qué ocurría. Cuando la volvieron a poner en marcjha, sonaba con si solo funcionase la mitad del motor y no fue, desde luego, una poderosa MotoGP. Marc no pudo, ni siquiera, volver a subirse a ella y no tuvo más remedio que regresar a su sillón, mientras su taller se convertía en un absoluto enjambre de mecánicos tratando de solucionar el problema.
La experiencia cuando Marc salió con la segunda ‘Desmo’ fue muy parecida y se tuvo que volver a detener en su casa. El caso es que mientras los demás, entre ellos el campeón Martín (Aprilia) daban vueltas y más vueltas al precioso trazado de Brno, esperando a que se secase la pista o, como poco, hubiese un carril sin agua ni humedad, Marc esperaba impaciente, pero tremendamente confiado y sereno, a que sus motos estuviesen listas.
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En el primer entrenamiento de Brno, las dos Ducati de Marc Márquez estuvieron el 80% del tiempo en su taller averiadas. El ocho veces campeón del mundo salió a pista, faltando solo 11 minutos, y realizó las dos vueltas más veloces de la jornada.
Y no lo estuvieron hasta que faltaban 11 minutos de los 45 que consta la primera sesión de entrenamiento del viernes por la mañana. Es decir, Marc había perdido el 80% del entrenamiento. Y, pese a todo, volvió a la pista y, de las últimas cuatro vueltas, el ‘canibal’ cerró tres de ellas con el mejor crono. Después de más de media hora, después de que sus rivales diesen vueltas y más vueltas, el líder del Mundial bajó el crono hasta 1.55.324 minutos, liderando la clasificación provisional de la sesión. Y, en la siguiente vuelta, a menos de ocho minutos para el final, bajó ese tiempo a 1.55.051.
Seguía siendo el más rápido con tan solo seis giros. De pronto, el australiano Jack Miller (Yamaha), un auténtico pillo y prodigio en las mismas condiciones extrañas en las que se maneja el mayor de los Márquez, le superó con un auténtico ‘tiempazo’, pues paró el crono en 1.55.606 minutos.
Pero aún quedaba lo mejor, aún quedaba Marc Márquez en pista, aún estaba la bestia sobre el asfalto, aún había alguien que quería demostrar, sin necesidad y, por descontado, sin que nadie se lo exigiese (es más, Tardozzi seguía pidiéndole calma), que no solo es el dominador del año, el líder indiscutible, el próximo campeón del mundo sino que era el más veloz. Y, en efecto, en la última vuelta, MM93 paró el crono en 1.54.606 minutos, siendo el único que bajó del 1.55 y dejando al estupendo y veloz Miller, a 0.615 segundos, es decir, a más de un segundo.
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El silencio y la admiración se apropió del taller del equipo Ducati Lenovo. Tardozzi abandonó, pausadamente, su lugar en el muro y, mientras cruzaba la pista del ‘pit lane’, mascullaba en silencio, «es una bestia, es una bestia». Marc llegó poco después y los golpecitos de admiración y felicitación de todos los suyos fueron la demostración de que, en efecto, de nuevo el campeón había dejado a todos los suyos boquiabiertos, en tan solo nueve giros, la mitad de sus rivales.
Diario de Mallorca – Deportes