«Ludeudopatía» europea

El BCE ha reducido los tipos por quinta vez consecutiva, descontando 25 puntos básicos en sus tres principales tasas de referencia, en un movimiento que busca aliviar las condiciones financieras para fomentar la inversión y el crecimiento, pero, lejos de calmar a los inversores, el efecto ha sido el opuesto, ya que los mercados no han reaccionado con el mismo optimismo que cabría esperar ante una política monetaria más laxa. De hecho, el bono alemán a 10 años ha superado el 2,9%, el francés el 3,6%, el español el 3,56% y el italiano se acerca peligrosamente al 4%. Es una señal clara de que el mercado teme que la política monetaria del BCE no esté alineada con la realidad fiscal de muchos países europeos ni con la situación de incertidumbre que vive la economía europea.

La eurozona arrastra un problema estructural de endeudamiento que no se soluciona con tipos más bajos. De hecho, la reducción de los tipos puede interpretarse como una invitación a seguir acumulando deuda sin una estrategia clara de consolidación fiscal. Países como Italia, Francia y España tienen déficits persistentes y una deuda pública elevada que sigue creciendo. La reacción del mercado refleja la falta de confianza en la capacidad de estos países para controlar su gasto y generar crecimiento sostenible sin el apoyo de un BCE excesivamente complaciente.

Además, la inflación sigue siendo un factor de riesgo, pero todavía no está bajo control a pesar de haberse reducido, por lo que, si la política monetaria se flexibiliza demasiado rápido, el riesgo de un repunte inflacionario sigue latente generando una combinación de inflación persistente y tipos de interés más bajos que podría erosionar aún más la credibilidad del BCE y forzar futuras subidas de tipos en un entorno todavía frágil y volátil.

A esto se suma un nuevo tema que amenaza con aumentar la presión sobre las cuentas públicas europeas: el aumento del gasto en defensa. La UE debate la necesidad de reforzar su capacidad militar ante un escenario geopolítico cada vez más inestable, y se plantea financiarlo con nueva deuda. Esta estrategia no solo incrementaría aún más los niveles de endeudamiento ya peligrosamente altos, sino que podría generar tensiones adicionales en los mercados de bonos, elevando aún más los costes de financiación para los países miembros.

Europa parece, cada vez más, un ludópata que no puede resistirse a seguir jugando en la máquina de la deuda, con la esperanza de que todos los problemas actuales y venideros se solucionan imprimiendo dinero y bonos que nadie piensa cómo ni cuándo pagar, trasladando el problema a las generaciones futuras. Estos burócratas europeos son unos verdaderos “ludeudópatas”, que juegan con la prosperidad de los ciudadanos mientras siguen pidiendo prestado dinero para seguir gastando compulsivamente mientras que los mercados, cada vez tienen menos confianza en una UE que no parece tener un rumbo claro. ¿Quién prestaría dinero a un ludópata si sabe que es para gastarlo en juego?

Es hora de que los gobiernos europeos asuman su responsabilidad fiscal, pues no pueden seguir dependiendo del BCE para maquillar su falta de disciplina presupuestaria pues, sin reformas estructurales serias, cualquier alivio monetario será solo un parche temporal en una crisis de deuda que sigue latente. Y con el incremento del gasto militar y la presión por una mayor implicación en el conflicto ucraniano, la sostenibilidad financiera de Europa se enfrenta a su mayor prueba en décadas.

 El BCE ha vuelto a reducir los tipos, que puede interpretarse como una invitación a seguir acumulando deuda con la esperanza de que todos los problemas se solucionen imprimiendo dinero y bonos   

El BCE ha reducido los tipos por quinta vez consecutiva, descontando 25 puntos básicos en sus tres principales tasas de referencia, en un movimiento que busca aliviar las condiciones financieras para fomentar la inversión y el crecimiento, pero, lejos de calmar a los inversores, el efecto ha sido el opuesto, ya que los mercados no han reaccionado con el mismo optimismo que cabría esperar ante una política monetaria más laxa. La eurozona arrastra un problema estructural de endeudamiento que no se soluciona con tipos más bajos. De hecho, la reducción de los tipos puede interpretarse como una invitación a seguir acumulando deuda sin una estrategia clara de consolidación fiscal. Países como Italia, Francia y España tienen déficits persistentes y una deuda pública elevada que sigue creciendo.

La reacción del mercado refleja la falta de confianza en la capacidad de estos países para controlar su gasto y generar crecimiento sostenible sin el apoyo de un BCE excesivamente complaciente, mientras la inflación sigue sin control, a pesar de haberse reducido. Europa parece, cada vez más, un ludópata que no puede resistirse a seguir jugando en la máquina de la deuda con la esperanza de que todos los problemas actuales y venideros se solucionen imprimiendo dinero y bonos que nadie piensa cómo ni cuándo pagar, trasladando el problema a las generaciones futuras. Estos burócratas europeos son unos verdaderos «ludeudópatas», que juegan con la prosperidad de los ciudadanos mientras siguen pidiendo dinero prestado para seguir gastando compulsivamente, mientras que los mercados cada vez tienen menos confianza en una UE que no parece tener un rumbo claro. ¿Quién prestaría dinero a un ludópata si sabe que es para gastarlo en juego? Es hora de que los gobiernos asuman su responsabilidad fiscal, pues no pueden seguir dependiendo del BCE para maquillar su falta de disciplina presupuestaria. Y con el incremento del gasto militar y una mayor implicación en el conflicto ucraniano, la sostenibilidad financiera de Europa se enfrenta a su mayor prueba en décadas.

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