EL MUNDO recoge en esta nueva entrega de su serie mensual para la prevención del suicidio testimonios y reflexiones de los lectores que contribuyen desde hace dos años a la labor de sensibilización social. Leer EL MUNDO recoge en esta nueva entrega de su serie mensual para la prevención del suicidio testimonios y reflexiones de los lectores que contribuyen desde hace dos años a la labor de sensibilización social. Leer
El día 11 es desde hace dos años en EL MUNDO una oportunidad de esperanza. Cada mes desde noviembre de 2022 nuestras páginas recogen voces de personas volcadas en la labor de prevención de suicidio, de alivio del sufrimiento, de toma de conciencia ante una realidad muy compleja y aun estigmatizada. Familiares en duelo, sobrevivientes y profesionales especializados nos acompañan desde entonces ofreciendo luz en la serie Once Vidas para ayudar a comprender mejor el profundo sufrimiento que lleva a alguien a pensar en quitarse la vida y, sobre todo, a fortalecer la red asistencial y social que pueda impedir que España siga sumando once muertes cada día, muertes en su mayoría prevenibles y evitables.
A esa labor de sensibilización indispensable se han sumado desde el inicio nuestros lectores. En un gesto de sincero agradecimiento, le dedicamos la primera entrega de 2025 a todos aquellos que han compartido reflexiones y vivencias muy profundas en los foros abiertos en los 25 reportajes publicados en estos dos años y que han ayudado a combatir el tabú sobre el suicidio. Su confianza y reconocimiento es para este periódico un estímulo y especialmente cuando procede de supervivientes que se sobreponen al inmenso dolor de la pérdida ofreciendo su testimonio a otros para protegerles de sufrir un duelo tan devastador como el suyo.
«Es muy importante darle visibilidad y que dejemos de estigmatizar el suicidio»
Bajo ese propósito de vida llegó a la redacción el pasado mes de mayo una carta de una lectora, «de una madre destrozada», en la que relataba el dolor de la pérdida de su hijo adolescente y hacía hincapié en la necesidad de que otros padres conocieran que la ideación suicida no es ajena a nadie y supieran ver aquellos posibles riesgos que a ella nadie le enseñó a ver: «Este problema [la conducta suicida] existe y no se está explicando».
«Nos quedamos en estado de shock, nunca se nos hubiera pasado por la cabeza que nuestro hijo hiciera algo así. Cuánto hubiéramos dado por saber lo que sabemos ahora. Cuánto he echado de menos haber sido informada y formada para prevenir en mi propia casa lo que nadie podía esperar ni imaginar. [..] Ojalá me lo hubieran explicado en la última charla que fui al cole para mejorar como padres. Que no lo ignoren más padres», reclama en su misiva.
Numerosos lectores han ofrecido valiosos testimonios a través de comentarios en las piezas informativas publicadas en Once Vidas cada mes. Recogemos algunos de ellos en estas líneas:
«Soy superviviente y aunque ya han pasado 20 años no olvido el día que mi madre decidió dejar de sufrir, porque las personas cuando toman una decisión así no es que no quieran vivir, quieren dejar de sufrir. Es muy importante darle visibilidad y que dejemos de estigmatizar el suicidio» comparte un lector. El duelo por suicidio es uno de los más devastadores, no solo por el dolor y trauma de la pérdida sino por los múltiples interrogantes que aparecen junto a emociones como la rabia y la culpa y el estigma social que aun perdura.
«Los que hemos pasado por la pérdida de un ser querido, en mi caso una hija de 18 años, siempre nos queda la culpa. No saber si haber hecho las cosas de otra manera, si la ayuda que pedía se correspondía con la que le daba, si los tratamientos psicológicos y psiquiátricos fueron lo más conveniente, si ella realmente sentía que la queríamos, etc… Y después la incomprensión de la gente, las palabras vacías que te dicen, los tensos silencios cuando te cruzas con conocidos, el no tener con quien hablar y expresar lo que sientes… Y muchas veces solo necesitas un abrazo y saber que están contigo».
Ese «abrazo» sincero a los familiares se ofrece desde estos espacios espontáneos de escucha y comprensión que se generan en las páginas de EL MUNDO: «Estamos programados para encontrar razón a todo y para creer que podemos solucionar todo. Me temo que, no pocas veces, no es así: hay cosas que no las podemos entender y hay cosas completamente fuera de nuestro control. Un abrazo a todos. No estáis solos. Y un abrazo a ellos por haber sido parte de nuestras vidas», asegura otro lector recordando a quienes perdieron la vida sumidos en un intenso dolor y desesperanza. «Son dignos de respeto por intentarlo [luchar] en medio de un sufrimiento incomprensible, pero lo intentaron. De eso estamos seguros y vosotros podéis estarlo también».
«A mí me pasó con un amigo, al cuál no le cogí el teléfono la tarde anterior porque iba conduciendo y luego se me olvidó devolverle la llamada. Muchas veces llego a odiarle por lo que me lleva haciendo pasar estos años. No noté nada, se comportaba de una manera normal y en apariencia no le pasaba nada, pero siempre me quedará esa duda de que si hubiera hablado con él esa tarde lo podría haber evitado y eso es terrible», compartía un lector.
«Si usted hubiera sabido lo que iba a pasar habría hecho esa llamada. O quizá habría ido a ver y estar con su amigo. Seguro. Pero no lo sabía porque no lo podía saber. Un abrazo», reflexiona otro tratando de aliviar parte de ese inmenso pesar . «Un sólo mensaje: si se suicida alguien cercano NO ES TU CULPA», «te mando un abrazo. La vida está llena de «y sis», y algunos de ellos te persiguen para siempre. En cualquier caso, no olvides que no tienes responsabilidad ni culpa», son algunas de esas respuestas al sufrimiento en esa conversación virtual.
Se ofrece empatía y comprensión con los que se han ido y con los que se quedan bajo una premisa que nuestros lectores cumplen con su ejemplo: hablar, romper el silencio y expresar las emociones. Una lectora recuerda aquellos momentos en los que encontró consuelo en unos desconocidos en el hospital poco antes de perder a su marido por un cáncer y lanza una petición especialmente dirigida a los «varones» para que venzan sus reticencias a manifestar su dolor: «Deja de callar, los chicos también lloran». Tres de cada cuatro personas que mueren por suicidio son hombres, una realidad a la que hay que hacer frente, subraya un lector, con «medidas urgentes, bien dotadas económicamente».
«Un número, el de suicidios, que no ha parado de crecer estos últimos 5 años. No me gusta hablar de géneros ya que creo en el valor de la persona, pero es que el 75% de los que se suicidan son hombres. Algo está pasando. Puede que influya la falta de psicólogos y psiquiatras en nuestra seguridad social o puede que seamos una sociedad a la que están vaciando de valores, de referencias y a la que además le roban la esperanza», aporta un lector al debate.
«Los hombres no tienen herramientas para gestionar la frustración; porque existe un ego masculino relacionado con el trabajo, la fuerza, la capacidad, muy arraigado y que somete a una grandísima presión al hombre en su vida diaria; porque no tiene el sentimiento de carga general sobre hijos o mayores que tienen las madres; porque es una respuesta impulsiva explosiva y violenta (como dar un puñetazo a alguien que te frustra, pero el puñetazo te lo das a ti mismo); porque hay aún mucho estigma con los hombres que buscan ayuda y apoyo; porque la ayuda les hace sentir débiles y fracasados…», reflexiona otro.
También está presente el dolor de los ancianos. Una de cada cuatro muertes por suicidio es de una persona de más de 65 años: «Millones de mayores solos faltos de ayuda física y afectiva, y esto no se arregla con terapia». Y el de los adolescentes. En 2023 España perdió al mes seis vidas de menores de 19 años: «El suicidio es la verdadera lacra de esta sociedad, sus dimensiones y la forma en que ataca a la población más joven evidencia un rotundo fracaso».
«Cuando se fabrica una sociedad sin valores y sin cimientos, basada en caprichos absolutamente efímeros, el resultado es el desaliento y la rendición del espíritu, sobre todo, para jóvenes y adolescentes que ven que no pueden esperar nada trascendente y vitalizador para el resto de su existencia. Un túnel que se estrecha más cada día hasta llegar al punto en que la persona ya no cabe, ya no tiene poder para dar un paso más», se profundiza en uno de los comentarios sobre los factores sociales que agudizan el dolor.
«La desesperanza de la vida te empuja muchas veces a tomar la decisión. Cuando el futuro se rompe y el presente no para de darte tortazos existenciales llega el agobio los miedos que te inundan y muchas más cosas como enfermedades terribles, soledades existenciales. Hay tantas cosas que la idea está ahí casi permanente», comparte a corazón abierto un lector sobre un sufrimiento del que ninguna persona está exenta. «Nadie está libre de un mal momento. Hay panoramas desoladores y entornos que pocos pueden soportar», recuerda otro. Y frente a ellos el apoyo de entorno es el principal factor de protección. De ahí el llamamiento generalizado a que la sociedad «no mire hacia otro lado».
Crear espacios seguros donde se validen las emociones y pensamientos, también las más estigmatizadas como la ideación suicida, es un paso crucial para la prevención del suicidio porque resta peso a esa percepción de soledad y da la oportunidad de encontrar ayuda. «Por desgracia muchas veces da igual que tengas alrededor una familia y amigos que te quieren, te puedes sentir muy solo, nosotros mismos somos nuestro peor enemigo. Cada año muere mucha gente por suicidio y poco se hace para poder evitarlo o para ayudar a las personas que lo han intentado y a sus familias o a las familias de la gente que se ha suicidado», lamenta un lector incidiendo en la necesidad de fortalecer esa red de apoyo. Actualmente recae en las asociaciones de supervivientes esa labor de acompañamiento sin apenas financiación pública.
«El suicidio de un familiar no se supera nunca. Realmente es un dolor que se vive en soledad entre otras cosas porque buscas tranquilidad ante el infierno que es vivir ese duelo. Faltan programas de ayuda, centros y especialistas para prevenir «, se advierte desde los foros . «Cuando tienes trastorno depresivo mayor, con dos intentos de suicidio, y ves que la sanidad pública te pone tres horas de terapia al año, se empiezan a comprender muchas cosas», denuncia otra persona subrayando la necesidad de reforzar la atención sanitaria especializada.
«No puede ser que ante una tentativa de suicidio haya que aguantar una larga lista de espera hasta que te vea un psicólogo. Eso sí, apoyada por las pastillas del psiquiatra que revisará tu medicación en diez minutos pasado un mes y medio», advierte otro lector.
«Podrás tener momentos felices por los que merece la pena luchar y vivir»
Detrás de cada muerte hay numerosos factores biológicos, psicológicos y sociales que se entrelazan. Es una realidad muy compleja sin una única causa. Una persona que piensa en quitarse la vida no quiere morir sino escapar de un sufrimiento psíquico que le resulta insoportable. Sobre esa desesperanza también reflexionan nuestros lectores para recordar que en la mayoría de ocasiones esa angustia y desesperación son temporales: «El dolor es parte de la vida y al final todo , con el tiempo, cobra un sentido»; «Ánimo y fuerza para quien sufre tanto y para todos sus seres queridos»; «busca consuelo y mejoría, aunque no sea completa. Todo pasará un día; «el suicidio es una «solución» DEFINITIVA, ante un problema PROVISIONAL».
«Perder la vida es algo irreversible, hay muchos casos en los que las personas pasan por un mal momento del que se puede salir, se trata de evitar que cuando están en ese pozo hagan algo que no tiene vuelta atrás. No se trata de enfermos terminales con dolores sin posibilidad de cura, se trata de todos aquellos con un problema emocional o psicológico que es reversible«, se insiste desde nuestros foros en esa llamada .
«Tenemos, todos, que normalizar la depresión como una enfermedad mas que no hace falta ocultar si no pedir ayuda. No ves la salida, pero esa salida existe, solo hace falta que te cojan de la mano y te guíen escuchándote, medicándote, no diciéndote «no entiendo porque estas triste….» normalizando tu enfermedad como enfermedad, no como capricho. Enfermedad que podría ser temporal o permanente, pero que a pesar de ella, podrás tener momentos felices por los que merece la pena luchar y vivir».
«No podemos prevenir algo que no sabemos que ocurre cada día varias veces. […] Esto hay que conocerlo y prevenirlo entre todos», implora la cálida misiva de agradecimiento que recibimos en la redacción en una llamada a la sociedad a mirar de frente el dolor y sumar fuerzas para aliviarlo.
Este reportaje forma parte del proyecto ‘Once vidas’ impulsado por EL MUNDO para la prevención del suicidio y del que forman parte Yaiza Perera, Santiago Saiz, Rebeca Yanke, Rafael Álvarez y .
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