Cuanto más ejercitamos las neuronas en tareas matemáticas y la comprensión de textos más tarde notaremos los efectos propios del envejecimiento, asegura un estudio publicado ‘Science Advances’ Leer Cuanto más ejercitamos las neuronas en tareas matemáticas y la comprensión de textos más tarde notaremos los efectos propios del envejecimiento, asegura un estudio publicado ‘Science Advances’ Leer
Echar mano del cerebro para hacer cuentas y leer con regularidad sirve de escudo protector frente al declive cognitivo. Esto es, cuanto más ejercitamos nuestras neuronas en tareas que impliquen el uso de cálculos matemáticos y la comprensión de textos más tarde notaremos los efectos propios del envejecimiento.
A esta conclusión llegó un equipo de investigadores alemanes y estadounidenses liderados Eric Hanushek, de la Universidad de Stanford (EEUU). Ellos descubrieron que para la mayoría de las personas las capacidades cognitivas aumentaban hasta los 40 años antes de reducirse y esto no sucedía en aquellas con un uso de habilidades superior a la media en el trabajo o en casa. Es decir, aquellos que ejercían trabajos que necesitaban de destrezas intelectuales en su día a día, más propio de los empleos del sector terciario (oficina) que del primario (agricultura y construcción, por ejemplo).
Los hallazgos se publicaron hace unos días en Sciences Advances donde se recogía la hipótesis de que los cambios en las habilidades percibidos en función de la edad se deberían a diferencias en los niveles de habilidad entre grupos.
Para Guillermo García Ribas, miembro de la Sociedad Española de Neurología (SEN), este artículo sirve para demostrar que el envejecimiento «asociado a más lentitud y más dificultad metal» no tiene porque empezar en la edad adulta «en mitad de la crisis de los 40». «No, no en todos tiene que ser así. Si una persona está cultivada, lee con regularidad y hace cálculos mentales, no tiene porque iniciar ese proceso de declive».
El neurólogo destaca que hay motivos para pensar que se dan nuevas conexiones neuronales, como parte del mantenimiento de una capacidad activa. «El mensaje que manda es que eso que usted hace que envejezca más lento. Y eso, me parece que es un mensaje interesante», recalca García.
Incluso a principios del siglo pasado fue Santiago Ramón y Cajal, el padre de la neurociencia, ya apuntó sobre la existencia de la plasticidad cerebral, de la capacidad de este órgano vital de ir cambiando a lo largo de la vida, y de cómo «el hombre puede convertirse en el escultor de su propio cerebro».
Un editorial en Scientifics Reports el año pasado abordaba esta disyuntiva: declive cerebral frente a conservación de aptitudes, a propósito de una serie de artículos sobre el envejecimiento cognitivo. «La estabilidad frente al declive del rendimiento de la memoria de trabajo está relacionada con el mantenimiento cerebral, utilizando medidas de integridad neuronal relacionadas con la tarea (por ejemplo, la actividad del córtex prefrontal) y más amplias (por ejemplo, el volumen del hipocampo y del ventrículo)».
Para llevar a cabo la verificación de la teoría del equipo de Hanushek analizaron los datos del Programa Internacional de Evaluación de las Competencias de los Adultos (PIAAC), que medía las competencias lingüísticas y matemáticas de una población alemana de entre 16 y 65 años, y volvió a analizar una amplia muestra de la cohorte 3,5 años después. También se preguntó a los participantes con qué frecuencia realizaban actividades como leer el mail o calcular gastos en el trabajo o en casa.
Los investigadores determinaron que la media de las capacidades de lectura y matemáticas aumentaba hasta los 40 años, antes de empezar el descenso. Las personas con una frecuencia de uso de habilidades superior a la media en la esfera laboral y doméstica no mostraron ningún descenso de las habilidades con el paso del tiempo.
En el caso de los trabajadores de oficina (denominados white collar) y con estudios superiores con un uso de habilidades superior a la media, los niveles de habilidad aumentaron de forma constante más allá de los 40 antes de estabilizarse. Los autores también observaron que las habilidades matemáticas disminuían de forma más acusada con la edad en las mujeres que en los hombres. «Los resultados sugieren que las relaciones entre la edad y las habilidades de los adultos merecen atención política, en consonancia con las preocupaciones sobre la necesidad del aprendizaje permanente», asegura Hanushek, en una nota.
Sobre el poder de la lectura el neurólogo argumenta todo lo que supone la lectura: «Siempre hemos visto que es una tarea que va más allá del hecho de estar sentado. Desarrolla la imaginación, la creatividad, uno tiene que meterse en la trama, entender lo que está sucediendo». Por ello, García resume que esta actividad «va mucho más allá de las palabras. Y prueba de ello es que este artículo va también en esa línea».
También estos hallazgos sirven para poner sobre la mesa el efecto protector frente a la enfermedad neurodegenerativa. «Hay pacientes con la enfermedad, pero sin embargo su impacto, sus manifestaciones están amortiguadas por la capacidad que ha tenido el cerebro previamente, por esa plasticidad desarrollada», remacha García.
Una conclusión que concuerda con la exposición del editorial de Scientific Reports: «El cerebro tiene un gran potencial para compensar los cambios funcionales y estructurales relacionados con la edad. La reserva cognitiva, acumulada a lo largo de la vida, por ejemplo mediante la educación y otras actividades estimulantes, puede actuar como amortiguador frente al deterioro cognitivo».
Salud // elmundo