Ya está. Ya he contado hasta diez. Me he dado un tiempo, unas horas, pasar superar la indignación que produce ver cómo tira la Copa un subcampeón ante un equipo (con todo el respeto, que se lo han ganado) de cuarta categoría. Ya está. Ya he contado hasta diez. Me he dado un tiempo, unas horas, pasar superar la indignación que produce ver cómo tira la Copa un subcampeón ante un equipo (con todo el respeto, que se lo han ganado) de cuarta categoría.
Ya está. Ya he contado hasta diez. Me he dado un tiempo, unas horas, pasar superar la indignación que produce ver cómo tira la Copa un subcampeón ante un equipo (con todo el respeto, que se lo han ganado) de cuarta categoría.
Los jugadores mintieron al hablar de la ilusión que les hace la competición de Copa después de lo vivido el año pasado. La ilusión (y lo podrán comprobar) está puesta en la Supercopa, esa competición que no volverán a jugar porque el paso previo de la Copa se esfumó y la Liga no la van a ganar. Y todo lo que se vea en la Supercopa será una mezcla de la verdadera ilusión y no la falsa y las ganas de resarcirse tras el batacazo.
No habrá ‘Cartuja’ ni ‘la Copa mola’, ni viajes masivos, ni récord, ni entradas para los rivales. Lo que quedará es un mal recuerdo porque hay maneras y maneras de perder. Solo rescato una frase del entrenador: «estamos muy dolidos y nos merecemos este dolor», el resto fue como poner paños calientes para que nadie se enfade de puertas para adentro, aunque me queda la duda de cuál fue su discurso precisamente de puertas para adentro.
Próxima parada: el Real Madrid en la semifinal de la Supercopa y buscar el alegrón de alcanzar la final, aunque solo sea para pedir perdón por la tropelía de Pontevedra, cuyo campo, que ironía, se llama Pasarón, con tilde en la o porque sin tilde es el resultado final de la eliminatoria.
2024 acabó mejor de lo que ha empezado 2025. Tiempo hay para revertirlo, pero, sobre todo, lo que tiene que haber son ganas de revertirlo.
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