La opinión de Gabriel Forteza del Real Madrid-Mallorca: El plan aguantó durante una hora

Otra derrota para el orgullo mallorquinista. Hace poco llegar a estas instancias hubiera resultado impensable, lo que pasa es que cuando estás no te conformas y, además, algún día habrá que soltar ese lastre tan ¿orgulloso? Otra derrota para el orgullo mallorquinista. Hace poco llegar a estas instancias hubiera resultado impensable, lo que pasa es que cuando estás no te conformas y, además, algún día habrá que soltar ese lastre tan ¿orgulloso?  

Otra derrota para el orgullo mallorquinista. Hace poco llegar a estas instancias hubiera resultado impensable, lo que pasa es que cuando estás no te conformas y, además, algún día habrá que soltar ese lastre tan ¿orgulloso?

El mejor fue Greif, lo paró casi todo durante 90 minutos, pero el gol de Bellingham arruinó al Mallorca física y anímicamente, fruto de lo cual llegaron dos goles más que no hicieron justicia al trabajo, el esfuerzo, el nivel defensivo y todo lo puesto en el terreno de juego.

Solo un debe: la falta de definición por escasez de oportunidades. Solo recuerdo con claridad el casi remate de cabeza de Larin, pero poco más.

El Mallorca ha llegado hasta donde podía llegar, aunque duela digerirlo, pero como intuíamos, este 3-0 no tiene el mismo sabor que el de Pontevedra, son cosas y casos distintos porque el cartel es distinto y las intenciones también.

Ahora se valorará la presencia, la denominada fiesta del fútbol y nos olvidaremos de la derrota, o de que se juegue tan lejos y no esté al alcance de los aficionados.

Era la Supercopa, pero no ha sido una Superderrota, la derrota se queda en digna. Los dos goles finales no pueden empañar un buen partido. Se pudo empatar y volver a forzar una tanda de penaltis, pero el equipo se derrumbó.

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