“Si Hugo sigue así, venderé mi bicicleta”. Las palabras de Raphael Géminiani, uno de los favoritos a ganar el Tour de 1951, resumen el dominio que Hugo Koblet ejerció sobre el Tour de 1951. “Si Hugo sigue así, venderé mi bicicleta”. Las palabras de Raphael Géminiani, uno de los favoritos a ganar el Tour de 1951, resumen el dominio que Hugo Koblet ejerció sobre el Tour de 1951.
“Si Hugo sigue así, venderé mi bicicleta”. Las palabras de Raphael Géminiani, uno de los favoritos a ganar el Tour de 1951, resumen el dominio que Hugo Koblet ejerció sobre el Tour de 1951.
Nacido en Zurich en 1925, la suya fue una aventura efímera pero muy intensa: a los 25 años ya había ganado el Tour y el Giro (fue el primer extranjero en ganar la ‘corsa rosa’), pero después, su declive fue igual de rápido. Y su final, triste; como el de algunas estrellas de cine.
Algo de estrella cinematográfica tenía la figura del suizo Hugo Koblet, el ‘pédaleur de charme’, el ciclista con encanto. “No hubo jamás un ciclista tan apuesto y durante dos años tampoco hubo un ciclista mejor”, escribe Juanma Trueba en su ‘Diccionario de ciclismo: un glosario sentimental’.
Elegante, dueño de una irresistible mirada de ojos verdes, Koblet fue el gran seductor del pelotón. Corría con una esponja húmeda y un peine en el maillot, para enjugarse el sudor y retocarse el pelo en la llegada.
No permitía que le hicieran fotos si su masajista no le había puesto a punto antes. Le comparaban con James Dean.

También sobre la bicicleta era elegante. Tenía un pedaleo fluido, que le permitió ganar con solvencia el Giro de 1950 y el Tour de 1951. En ese Tour, convirtió una etapa teóricamente anodina, Brive-Agen, en uno de los momentos más icónicos de la historia del Tour. Atacó sin venir demasiado a cuento, en una tachuela, y pronto obtuvo tres minutos de ventaja.
El pelotón se puso manos a la obra para neutralizarlo, pero no había manera. Tres minutos de ventaja, tres minutos de ventaja. Imposible reducir a ese ciclista que rodaba como una máquina hacia la meta y que cuatro días antes ya había ganado la crono de Angers, de 85 kms.
Sucedió algo nunca visto, y apenas repetido después: todos los favoritos del Tour, sin excepción, se pusieron a tirar del pelotón. Coppi, Bartali, Bobet, Robic, Ockers y Géminiani, en cabeza, relevándose entre sí, desesperados a la caza de Koblet durante 140 kilómetros.
Pero el suizo llegó a la meta de Agen. No con tres minutos de ventaja, sino con dos y medio. Antes de cruzar la meta, se secó el sudor y se peinó. Y se sentó a esperar a sus rivales. ¿Cómo era posible?

La explicación solo se conoció años después: Koblet había acabado la etapa anterior, Clermont Ferrand-Brive, con muchos dolores por culpa de un forúnculo que le impedía sentarse en el sillín.
El director de su equipo, Alex Burtin, buscó una solución de emergencia: en lugar de llamar al médico oficial del Tour, para evitar filtraciones, se puso en contacto con un médico local. Le pidió discreción absoluta. El médico fue claro: la única solución era sajar el forúnculo, es decir, operar. Y operar significaba abandonar el Tour.
Burtin no se resignó. Llamó a otro médico, ya en una medida desesperada. El segundo médico también dijo que lo ideal era operar. Pero antes de irse, ofreció una solución de emergencia: unos supositorios con cocaína. No arreglarían del todo el problema, pero servirían para ir tirando.
Koblet no solo fue tirando, sino que ganó ese Tour con 22 minutos de diferencia sobre Géminiani. Era sin duda el ciclista del momento.
Pero nunca volvió a ser el mismo. Ese mismo año, 1951, disfrutó de unas vacaciones en México. Y su pedaleo nunca fluyó igual. Se atascaba en la montaña y le abandonaban las fuerzas. Se supone que en México contrajo una enfermedad venérea que poco a poco le fue alejando de la elite.
Intentó agarrarse a la bicicleta para mantener su alto tren de vida: coches caros, fiestas nocturnas, buena ropa; la vida de un ‘dandy’. Corría critériums y carreras bien pagadas, pero su estrella se fue apagando.
Se retiró en 1958. Puso en marcha varios negocios en Suiza y en Venezuela, pero no funcionaron. Tampoco funcionó su matrimonio con la modelo Sonja Bühl.
El 2 de noviembre de 1964, su Alfa Romeo se estrelló contra un árbol en una carretera comarcal a las afueras de Zurich, su ciudad natal. Koblet falleció cuatro días después. Se dio por buena la hipótesis del suicidio. Solo tenía 39 años.
Diario de Mallorca – Deportes