Leer Leer
Antes se pensaba que el hígado graso (una afección denominada médicamente esteatosis hepática), no requería ninguna atención especial. Ahora se sabe, en cambio, que es uno de los principales protagonistas del llamado síndrome metabólico, una afección que no sólo afecta a este órgano tan importante, sino que lo expone al riesgo de desarrollar diabetes de tipo II, con todas sus complicaciones, y aumenta la probabilidad de padecer enfermedades cardiovasculares, que pueden dar lugar a episodios como infartos de miocardio y accidentes cerebrovasculares.
De todo ello hablamos en ‘Tempo della Salute 2024’ en un encuentro organizado por Luigi Ripamonti con Anna Ludovica Fracanzani, Directora SC Medicina Metabólica Policlínico de Milán y Profesora de Medicina Interna de la Universidad de Milán.Muy frecuente
La esteatosis es muy frecuente, se calcula que afecta a entre el 25 y el 33% de los adultos. La esteatosis hepática no alcohólica (es decir, no debida al consumo de bebidas alcohólicas) puede ser una afección genética (no es infrecuente que ya se hayan dado casos en la familia) o estar ligada a determinados factores metabólicos: «El sobrepeso», enumera Fracanzani, «tener una disposición grasa diferente sobre todo en las vísceras (medida por el perímetro de la cintura, que no debe superar los 80 cm en las mujeres adultas y los 94 cm en los hombres), la hipertensión arterial, los triglicéridos (no superiores a 150 mg/dl), el colesterol bueno algo elevado y la diabetes.
El tejido adiposo secreta, es un órgano endocrino, que eleva el nivel de inflamación. Colocado alrededor de los órganos, puede envolverlos demasiado y asfixiarlos.
Cuando ‘engorda’, el hígado activa entonces ‘una inflamación progresiva (en este caso hablamos de Nash o Mash, siglas inglesas que pueden traducirse al italiano como ‘esteatohepatitis no alcohólica’), con destrucción de las células hepáticas, que son sustituidas progresivamente por tejido fibroso, lo que puede crear las condiciones previas para una cirrosis hepática’, explicó el experto. La fibrosis es una especie de tejido cicatricial que asfixia a las células; a su vez, la cirrosis también puede conducir al desarrollo de cáncer de hígado.
El problema puede ser que el hígado «no se queja»» y, por tanto, uno no se da cuenta de que está «engordando», al menos en las fases iniciales.
Muchos pacientes ya tienen manifestaciones cardiovasculares cuando lo descubren: se les envía al cardiólogo. Los médicos de cabecera tienen un papel importante porque pueden interceptar a los pacientes de riesgo: mayores de 50 años, obesos, con hipertensión, quizá diabetes… Hay que buscar el ‘hígado graso’ con análisis de sangre.
«El diagnóstico, cuando hay una sospecha, es fácil e indoloro», explica el profesor, «normalmente se puede sospechar con un análisis de sangre muy normal en el que se alteran los valores de las enzimas hepáticas (transaminasas)». La prueba que decreta la presencia de esteatosis es entonces la ecografía hepática, que puede establecer si el hígado está ‘inflamado’ y en qué medida.
En caso de esteatosis real, suele realizarse otro examen, siempre indoloro, para determinar si se ha desarrollado fibrosis. El instrumento más utilizado para este fin es el Fibroscan, que se basa en el envío de ondas elásticas a través de una sonda apoyada en el tórax.
Dado que la esteatosis hepática puede entrar en el marco del síndrome metabólico, con el consiguiente riesgo cardiovascular, también suele realizarse un eco-Doppler de las carótidas («troncos supraaórticos») para comprobar la presencia de placas ateroscleróticas.
La buena noticia es que la esteatosis patológica puede ser reversible y la grasa en el hígado reducirse en gran medida con un estilo de vida adecuado, que incluya: reducción del peso corporal, cuando lo haya, una alimentación adecuada (que siga básicamente la dieta mediterránea) y ejercicio acorde con la edad y las características de cada uno. «Es importante ajustar la cantidad de alimentos a las necesidades y mejorar la calidad», aconseja Fracanzani. La pirámide alimentaria de la dieta mediterránea nos da una idea de la frecuencia de consumo de los distintos alimentos. «La actividad física adecuada es la que se realiza, al menos media hora al día. La moderación debe guiarnos», añade.
En caso de que estas medidas no sean suficientes hoy en día existen fármacos que, cuando están indicados, pueden ser de gran ayuda incluso en casos para los que hasta hace algún tiempo no se podía hacer nada. En concreto, se pueden tratar todos los factores de riesgo cardiometabólico, como la tensión arterial, el colesterol, la diabetes y los triglicéridos.
Salud // elmundo