El proceso de formación de la nueva Comisión Europea ha degenerado en una pelea política cada vez más dura. El objetivo de la presidenta, Ursula von der Leyen, de poner en marcha el Ejecutivo comunitario el 1 de diciembre peligra por el bloqueo de las negociaciones en la Eurocámara entre el Partido Popular Europeo (PPE) y los Socialdemócratas (S&D). Los populares vetan de momento a Teresa Ribera, la candidata española a convertirse en número dos de la Comisión, con una vicepresidencia con atribuciones de política verde y la cartera de Competencia. Como respuesta, los socialistas amenazan con no votar a otro aspirante a vicepresidente, Raffaele Fitto, designado por la primera ministra italiana, la ultraderechista Giorgia Meloni. El PPE se ha enrocado en reclamar a Ribera, vicepresidenta y ministra de Transición Ecológica, responsabilidades por la dana de Valencia. Los socialdemócratas se niegan a apoyar a Fitto y también a Oliver Varhelyi, aliado del primer ministro Viktor Orbán y designado como comisario húngaro; alegan que eso quebraría el cordón sanitario contra la ultraderecha en la UE.
El PPE se enroca en pedir a la ministra española que responda por las inundaciones de Valencia mientras los socialistas rechazan apoyar al candidato de Meloni
El proceso de formación de la nueva Comisión Europea ha degenerado en una pelea política cada vez más dura. El objetivo de la presidenta, Ursula von der Leyen, de poner en marcha el Ejecutivo comunitario el 1 de diciembre peligra por el bloqueo de las negociaciones en la Eurocámara entre el Partido Popular Europeo (PPE) y los Socialdemócratas (S&D). Los populares vetan de momento a Teresa Ribera, la candidata española a convertirse en número dos de la Comisión, con una vicepresidencia con atribuciones de política verde y la cartera de Competencia. Como respuesta, los socialistas amenazan con no votar a otro aspirante a vicepresidente, Raffaele Fitto, designado por la primera ministra italiana, la ultraderechista Giorgia Meloni. El PPE se ha enrocado en reclamar a Ribera, vicepresidenta y ministra de Transición Ecológica, responsabilidades por la dana de Valencia. Los socialdemócratas se niegan a apoyar a Fitto y también a Oliver Varhelyi, aliado del primer ministro Viktor Orbán y designado como comisario húngaro; alegan que eso quebraría el cordón sanitario contra la ultraderecha en la UE.
Las negociaciones se han envenenado. Pese a todo, algunas voces de la Comisión han empezado a lanzar la idea de que quizá un retoque menor en las carteras o en los nombres de los cargos —lo justo para no tener que hacer una reorganización general— serviría para romper ese impasse. “Esa fórmula podría servir para presionar a los líderes, que temerían perder baza [en el diseño del próximo Ejecutivo comunitario], y que empiecen las cesiones”, opina una fuente comunitaria.
Ni las llamadas y reuniones con Von der Leyen ni la mediación de la presidenta del Parlamento Europeo, Roberta Metsola, han desencallado las conversaciones. El popular Manfred Weber, la socialdemócrata Iratxe García y la liberal Valérie Hayer, los líderes de los grupos que negocian para que se inicien las evaluaciones de Ribera, Fitto, Varhelyi y los otros cuatro comisarios pendientes, no tienen reuniones fijadas hasta la próxima semana, aunque fuentes de los grupos aseguran que están en contacto permanente.
El PPE avanza en su intención de esperar a que Ribera comparezca en el Congreso, en Madrid, el miércoles para hablar de la dana; le exigen que declare que dimitirá si fuera encausada, pero ni siquiera eso es garantía de que finalmente vaya a recibir su visto bueno si no pasan todos los comisarios pendientes como un solo paquete. E incluso así, el Partido Popular español insiste en reclamar al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que envíe a Bruselas a otra candidata.
Los conservadores, que tras las elecciones al Parlamento Europeo de junio han acumulado gran poder, están ganando el pulso. Los números les favorecen: una mayoría de derechas sostendría a sus candidatos, a Fitto y a Varhelyi, pero la aritmética parlamentaria ya no favorece a la socialdemocracia y Ribera podría caer si se pasa a un proceso de votos.
La dana ha sido el remate final, pero la oposición a Ribera de los conservadores no se restringe solo a los españoles y tiene un origen más antiguo que la catástrofe en Valencia: hay un resentimiento hacia las políticas medioambientales defendidas firmemente por Ribera por parte de sectores de la industria, sobre todo la poderosa industria del automóvil, y los agricultores que vienen de lejos y que el PPE lleva al menos año y medio tratando de capitalizar.
De hecho, uno de los enfrentamientos directos más duros de Weber con Ribera fue a raíz de la Ley de Restauración de la Naturaleza, que el líder conservador alemán buscó tumbar como fuera —precisamente erigiéndose en adalid de campesinos y ganaderos— y que la vicepresidenta impulsó firmemente durante la presidencia de turno española de la UE.
Las capitales europeas siguen “muy de cerca” todo el drama, pero por el momento guardan sus cartas. “No hay pánico por ahora”, señala una fuente diplomática comunitaria, que considera que todavía queda “algo de tiempo” para que se desarrolle el pulso parlamentario con los plazos inicialmente previstos. Lo que no quita, puntualiza, que no esté causando malestar e irritación en Bruselas. Al fin y al cabo, son seis los vicepresidentes bloqueados, otro comisario (el húngaro Varhelyi) aún por aprobar y, en fin, los 26 comisarios de la nueva Comisión, todos por recibir el visto bueno final, incluidos los 14 del PPE. Es decir, el bloqueo no afecta solo a España, todos los miembros de la UE han sido puestos en compás de espera por el pulso del PPE.
La idea, sin embargo, es esperar por el momento a ver cómo se desarrollan las cosas la semana que viene, al menos los primeros días de la semana. Pero si el enroque continúa más allá, demasiado cerca de la fecha límite del pleno de finales de mes, donde debería darse el voto final, los teléfonos de los líderes de los grupos políticos de la Eurocámara podrían empezar a sonar desde diversas capitales.
El miedo es que, si se actúa antes, indican las fuentes, podría tener el efecto contrario y bloquear aún más la situación. Al fin y al cabo, ironiza una fuente, este es el “gran momento democrático”del Parlamento Europeo, como les suelen gustar decir a los propios legisladores. Eso sí, si para el 27 de noviembre no hay Comisión, “estaremos realmente enfadados”, advierten.
Al fin y al cabo, coinciden varios representantes de diversos países, la situación internacional, con dos guerras a las puertas de Europa, el pulso comercial con China y el inminente regreso a la Casa Blanca de Donald Trump, no está como para arriesgarse a estar sin un Ejecutivo europeo. “A todos nos gustaría que la nueva Comisión comience lo antes posible, porque es necesario en vista de la situación internacional”, resume una de las fuentes consultadas.
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