En Estados Unidos es tendencia. El ‘sleep divorce’ lleva cada vez a más parejas a dormir en habitaciones separadas, pues puede generar efectos beneficiosos, no solo en la calidad del descanso, sino también en la conexión sexual. Esta es la opinión de Anna Omboni, psiquiatra y psicoterapeuta Leer En Estados Unidos es tendencia. El ‘sleep divorce’ lleva cada vez a más parejas a dormir en habitaciones separadas, pues puede generar efectos beneficiosos, no solo en la calidad del descanso, sino también en la conexión sexual. Esta es la opinión de Anna Omboni, psiquiatra y psicoterapeuta Leer
El New York Times ha planteado la pregunta para tratar de analizar la tendencia -cada vez más extendida en Estados Unidos- del llamado sleep divorce, o divorcio durante el sueño, que lleva a muchas parejas a optar por dormir en habitaciones separadas. Esto no solo mejora la calidad del sueño, sino también la conexión sexual. Los expertos al otro lado del Atlántico destacan numerosos beneficios sobre el descanso, especialmente si la pareja ronca o se mueve mucho durante la noche. Estos efectos positivos repercuten no solo en el bienestar general, sino también en la vida sexual.
Un sueño tranquilo, de hecho, garantiza más energía y, en consecuencia, alimenta el deseo. Eso sí, siempre que la elección sea compartida y que se planifiquen con regularidad momentos dedicados a la intimidad, para evitar que la distancia nocturna se convierta también en una distancia emocional.
¿Y en Italia? Responde al Corriere SaluteAnna Caterina Omboni, psiquiatra y psicoterapeuta del Hospital FBF-Sacco de Milán:
«En Italia lo veo un poco más complicado por varios motivos, empezando por el hecho de que no todos pueden permitirse una habitación de invitados, y dormir en el sofá tiene más el sabor de un castigo, evoca aspectos de conflicto, no precisamente de reparación. Además, en Estados Unidos hay una tradición cultural profundamente distinta a la nuestra, y temas como este no son un tabú, es más fácil hablar de ello. En Italia, a pesar de la fuerte emancipación, existe una influencia católica muy fuerte y a menudo inconsciente, y la decisión de no dormir con la pareja no solo no se comparte, sino que cuesta aceptarla, especialmente si la propuesta viene del compañero o la compañera».
«Está claro que la sexualidad no está solo ligada a la concepción, sino que se regula, a través del sistema de recompensa, la llamada ‘vía del reward’, que activa los circuitos de la dopamina y la secreción de oxitocina. Esto pone en marcha el sistema de recompensa del placer, generando sensaciones placenteras y de gratificación, lo que incrementa el deseo de repetir ese tipo de experiencia, con efectos numerosos e indiscutibles sobre el bienestar general».
«El sexo está hecho de cuerpo y mente. La sexualidad no debe considerarse solo como una experiencia sensorial, también conlleva una atención a la intimidad, que remite a un contexto emocional. En las comunidades de bonobos (los chimpancés), el sexo no se practica solo con fines reproductivos, sino también para reforzar vínculos sociales, resolver conflictos o establecer una cierta jerarquía. Tiene funciones sociales que van más allá de la concepción. Que la sexualidad tenga también un significado importante como conexión emocional y social, incluso en la sociedad moderna, es algo innegable».
«La sexualidad está regulada por normas que tienen que ver con condicionamientos culturales y que tienen en cuenta costumbres relacionadas con la forma de gestionar los celos, el pudor o la traición. Nos encontramos en un contexto histórico en el que existe una gran variedad de tipos de pareja, hay expresiones de género menos normativas, y en este escenario tan diverso y complejo, lo que resulta evidente es que el modelo del ‘hombre performativo’ está en crisis. Y esto lleva a otra reflexión: dejemos de considerar el sexo únicamente como un acto de rendimiento».
«Una pareja puede reactivarse también desde una dimensión íntima que no es exclusivamente -ni necesariamente- de tipo sexual. Bauman, en su ensayo Los usos posmodernos del sexo, reflexionaba sobre qué sucede cuando el sexo se separa de sus características esenciales y se divide en sexo, erotismo y amor. Cuando esto ocurre, todo tiende a favorecer al erotismo y se pierde la intimidad. De ese modo, la sociedad se debilita en cuanto a relaciones humanas, que se despojan de aquello que hace del sexo una experiencia especial: la intimidad y la emotividad».
«Revalorizando la sexualidad, que con el tiempo cambia y necesita ser ‘entrenada’. Además, hay momentos o fases en la vida en las que hay que reconocer que no es necesario rendir sexualmente todo el tiempo: pueden existir otros proyectos comunes que mantengan unida a la pareja. Se trata de restaurar la intimidad entendida como sintonía, cercanía emocional, que es justamente lo que estamos perdiendo en los tiempos modernos».
«Lo importante es que cada uno encuentre su propio camino, porque la búsqueda de la intimidad es algo extremadamente subjetivo y requiere esfuerzo, sacrificios, compromisos… pero que, a cambio, ofrece gratificaciones inmensas».
«La pareja, además, atraviesa diferentes fases, y para permanecer unida a lo largo del tiempo es necesario tener un proyecto común, saber que hace falta esfuerzo, que es importante cuestionarse a menudo, pero también esforzarse por encontrar una sintonía en los ritmos que nos conectan con el otro, sin estar constantemente buscando seguridad o validación».
«Nuestra sociedad narcisista se basa en una búsqueda constante de confirmaciones, pero es normal que el otro pueda tener juicios negativos. No siempre podemos gustar o ser apreciados, pero eso no lo pone todo en duda: hay que saber tolerarlo. La clave de todo está en nuestra capacidad de invertir en la relación. Y entonces, dormir o no en la misma cama es algo totalmente irrelevante, siempre y cuando sigamos mirándonos a los ojos con el deseo de descubrir al otro y con las ganas de compartir nuestros sueños, para planear juntos algunos nuevos».
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