Dengue, fiebre de Crimea-Congo, chikungunya, usutu, mpox… son algunos de los nombres de enfermedades que teníamos por exóticas, pero de las que ya podemos contagiarnos sin necesidad de haber sellado el pasaporte Leer Dengue, fiebre de Crimea-Congo, chikungunya, usutu, mpox… son algunos de los nombres de enfermedades que teníamos por exóticas, pero de las que ya podemos contagiarnos sin necesidad de haber sellado el pasaporte Leer
Ocho casos de dengue en Cataluña fruto de un único brote, cuatro de fiebre hemorrágica de Crimea-Congo repartidos entre Extremadura, Sevilla, Castilla-La Mancha y Salamanca y más de 130 de fiebre del Nilo Occidental, la mayoría en Andalucía. Es el balance de 2024 para algunas de las enfermedades que hasta no hace mucho asociábamos a viajes a lugares exóticos y lejanos.
Este año lo iniciamos con la detección del virus Sindbis en la Península Ibérica, Los investigadores del Instituto de Salud Carlos III (ISCIII) y de la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) hallaron su presencia concretamente en mosquitos capturados en distintas localidades de las provincias de Málaga, Sevilla, Huelva y Cádiz.
No son grandes cifras, ni siquiera las de la fiebre del Nilo Occidental, al menos no si las comparamos con las propias de otras mucho más conocidas o con la incidencia de estas mismas patologías en los países en los que sí son endémicas. El dengue, sin ir más lejos, sumaba más de 12 millones de casos a finales de agosto, la mitad de ellos solo en Brasil.
Pero lo que preocupa de nuestros casos es eso, que son ‘nuestros’, son producto de transmisión local, no se trata de casos importados, y por tanto son la prueba tangible de que lo que hoy consideramos una enfermedad emergente podría llegar a convertirse en endémica.
«Cuando empezamos a darnos cuenta de las enfermedades importadas o emergentes siempre es por casos anecdóticos», explica la doctora María Velasco, portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) y presidenta del Grupo de Patología Importada (GEPI). Un caso de ébola importado de África, un diagnóstico de fiebre hemorrágica de Crimea-Congo… «No podemos aplicar el mismo criterio que se utiliza para otras enfermedades en nuestro medio de prevalencia, su relevancia viene a veces por la gravedad de la enfermedad, por la implicación o por la diseminación potencial».
Son casos llamativos, por eso los hemos visto en titulares durante los últimos meses. Por fortuna no hablamos de nuevas pandemias o de gráficas verticales de incidencia como sucedió con el Covid-19, pero sí representan una amenaza que hemos de tener muy presente y de la que hemos de ser conscientes.
«Lo importante es evitar que se conviertan en endémicas», recalca María Velasco, «y también diagnosticarlas a tiempo porque algunas son muy graves, son fiebres hemorrágicas que pueden acabar con la vida del paciente».
¿Cómo es posible que una enfermedad endémica en países a miles de kilómetros de distancia provoque brotes de transmisión autóctona en pacientes sin antecedentes de viaje a zonas de riesgo o de contacto con animales infectados? El epidemiólogo Antoni Trilla, catedrático de Medicina Preventiva de la Universidad de Barcelona, lo resume en tres puntos:
- Población susceptible, es decir, sin inmunidad frente a esta enfermedad.
- La presencia del virus (o bacteria, pero prácticamente todas estas enfermedades son víricas).
- En caso de que la enfermedad se transmita por vectores (por ejemplo, la picadura de un mosquito), es necesario que exista un vector competente.
Si se cumplen estas condiciones, y en el caso de las enfermedades que hemos mencionado es así, ya tenemos listo el caldo de cultivo para que sea posible la transmisión local.
En el caso de una enfermedad transmitida por vectores éstos no pueden recorrer grandes distancias por su cuenta pero sí pueden viajar gracias a su propio medio de transporte: las aves migratorias. O incluso puede que éstas, u otros animales que sirvan de reservorio, transporten el virus sin más, a la espera de que un vector competente en el país de destino se infecte y ponga en marcha la rueda.
En este sentido el calentamiento global también aporta su granito de arena al templar temperaturas y alargar estaciones, de forma que diversos lugares pasan a ser idóneos para los vectores encargados de transmitir muchas de estas enfermedades. «El cambio climático hace que los veranos sean más largos», explica Trilla, «y que las temperaturas se muevan más en el rango en el que los mosquitos pueden reproducirse, también las garrapatas».
El ejemplo perfecto de esta conjunción de factores lo tenemos en Andalucía y su alta incidencia de la fiebre del Nilo Occidental, tal y como lo describe el epidemiólogo: «Tienen caballos – un huésped habitual de esta enfermedad – tienen aves migratorias, es un gran aeropuerto de aves migratorias, reúnen todos los factores que hacen que si entra algo, como lo ha hecho el virus del Nilo Occidental, la acción pase por el control de mosquitos».
El concepto ‘One World, One Health’ se hace aún más presente en un mundo globalizado y de tantos desplazamientos como el nuestro. España, sin ir más lejos, acogió a más de 94 millones de turistas el pasado 2024, una cifra que duplica nuestra propia población. En ese ir y venir de viajeros también se introducen enfermedades en forma de casos importados, y lo hacen como un fiel reflejo de la situación en el mundo.
A veces ese caso importado puede ser la chispa que encienda la mecha en una población susceptible, como sucedió con el chikungunya en Italia en 2007, y en ocasiones parece haber múltiples focos que hacen prácticamente imposible identificar al paciente cero, tal y como pasó con la pandemia pero también con la mpox (antes conocida como viruela del mono) en el año 2022, con un brote simultáneo en varios países europeos potenciado por eventos de supercontagio.
«Hay enfermedades en las que el viajero no va a transmitirlas más allá porque no hay vector o forma de que se transmita», advierte la doctora María Velasco, «pero otras, incluso la malaria, en las que si viene una persona infectada con el parásito, con el virus en la sangre, ese viajero infectado podría ser una fuente para que se infectara otro».
Por eso es fundamental recordar la importancia de las consultas de atención al viajero, algo que en España es opcional salvo que nuestro viaje nos lleve a destinos en los que es obligatorio presentar un certificado de vacunación para poder entrar (sucede en algunos países con la vacuna de la fiebre amarilla, por ejemplo). En España, pese a que aún no tenemos la especialidad de enfermedades infecciosas, sí contamos con una buena red de atención en este sentido, y ya forma parte de la responsabilidad de cada viajero informarse a tiempo y tomar las precauciones adecuadas, primero por su propia seguridad y después por la salud colectiva.
¿Qué peso tienen los inmigrantes en los casos importados? Lo cierto es que no demasiado, al menos no de forma diferenciada. «Los inmigrantes forman parte de este mundo como los demás, como los viajeros, los turistas, los cooperantes…», explica el epidemiólogo Antoni Trilla, «pero no son la causa de introducción de estas enfermedades, no hay ninguna enfermedad que esté ligada claramente a la inmigración y en las que ésta sea el reservorio, ninguna».
La doctora María Velasco comparte esta visión: «La mayoría de enfermedades que puede traer una persona migrante no se van a transmitir en España, es raro que venga un migrante con un dengue recién adquirido, es mucho más fácil que lo traiga un viajero, y también las personas que migran suelen ser las más fuertes y sanas de sus poblaciones».
Por otra parte, nuestro propio sistema sanitario y su cobertura universal son el cortafuegos perfecto en este sentido. Cualquier persona inmigrante será atendida de entrada, evaluando su estado de salud, y facilitando una puesta al día de los calendarios de vacunaciones. «Eso tiene un coste y lo pagamos entre todos», añade Trilla, «pero por lo menos mantenemos el acceso al sistema sanitario para aspectos muy preventivos como pueden ser las vacunas y para evitar cualquier entrada de una cosa que podría pasar desapercibida».
La mayor variante que representa este grupo de población si analizamos el origen de los casos importados la encontramos no tanto en quienes entran en nuestro país por primera vez como en aquellos que ya llevan años asentados… y que deciden viajar a sus países de origen para visitar familiares y amigos.
Es habitual que en estos casos no exista esa percepción de peligro (han vivido allí durante años, consciente o inconscientemente pueden sentir que su inmunidad frente a enfermedades como el paludismo sigue presente), y por ello pueden no tomar las precauciones necesarias que debería tomar cualquier viajero. Y lo cierto es que tras años de dejar de exponerse al parásito (en el caso del paludismo, por ejemplo), no existe tal inmunidad y eso hará que sea importante valorar bien su situación a la vuelta de dichos viajes.
Sea cual sea el paciente cero, la pregunta es la misma que ante cualquier otra enfermedad ¿Qué podemos hacer para prevenirla? En el caso de las emergentes, esa prevención pasa en primer lugar por evitar que se convierta en endémica. El epidemiólogo Antoni Trilla centra la estrategia en dos elementos fundamentales: el abordaje médico de la propia enfermedad y el control de los vectores.
No existe un tratamiento específico ni para el dengue, ni para la fiebre hemorrágica de Crimea Congo ni para la fiebre del Nilo Occidental. Es más, según Antoni Trilla estamos bastante lejos de tenerlos. Sí hay vacunas, fundamentales para ayudar a contener la enfermedad, pero sólo existen para el dengue.
Aunque la búsqueda de tratamientos y vacunas seguirá su curso, en este escenario se hace aún más importante el segundo punto de la estrategia: el control de los vectores. Eso implica, si no es posible evitar su introducción (esa es la batalla que libra hace años nuestro país con el Aedes aegypti), al menos reducir el tamaño de su población. «Cuantos más mosquitos hay más aumentas la probabilidad de que alguno pique a alguien que tenga virus y que se transmita», resume Trilla.
La doctora María Velasco recalca la necesidad de permanecer alerta ante cualquier caso nuevo, aunque sean pocos, una «alerta para diagnosticar, tratar y controlar la diseminación en la medida de lo posible».
Salud // elmundo