Para evitar que el tercer cáncer más letal en España se convierta en el segundo en 2030, los clínicos buscan elevar la eficacia de las terapias. «Algunos estudios sugieren que el diagnóstico en personas más jóvenes está en aumento, lo que podría estar relacionado con los hábitos de vida» Leer Para evitar que el tercer cáncer más letal en España se convierta en el segundo en 2030, los clínicos buscan elevar la eficacia de las terapias. «Algunos estudios sugieren que el diagnóstico en personas más jóvenes está en aumento, lo que podría estar relacionado con los hábitos de vida» Leer
De los casi 300.000 nuevos casos de cáncer que se detectarán este año en España, un 3,5% serán en el páncreas. Una cantidad importante si se tiene en cuenta que la supervivencia es muy baja, cercana al 10% durante los cinco primeros años. La mortalidad se ha incrementado en ambos sexos en la última década: 8.140 frente a los 6.278 en 2014, debido al aumento de su incidencia en 9.986 casos en 2024, frente a los 6.367 de hace una década.
Tradicionalmente, este tumor afecta a personas mayores de 60 años. Sin embargo, «algunos estudios sugieren que el diagnóstico en personas más jóvenes está en aumento, lo que podría estar relacionado con los hábitos de vida y el aumento de factores de riesgo como la obesidad y la diabetes tipo 2, que se están apareciendo a edades más tempranas», comenta María José Safont, vocal de Junta Directiva de Sociedad Española Oncología Médica (SEOM).
Por esto nos encontramos ante un problema de salud importante, a pesar de que no tener una alta incidencia en la población, será el tercer cáncer más mortal en España este año y, en 2030, el segundo. Cifras suficientemente importantes para desterrar el halo de «hermano pobre» que pesa sobre él.
«Hoy en día, el cáncer de páncreas es uno de los retos más importantes en el campo de la Oncología. A nivel mundial, no faltan ni interés ni financiación», subraya Mariano Barbacid, profesor AXA-CNIO de Oncología Molecular y director del Grupo de Oncología Experimental del Centro Nacional de Investigaciones Oncológicas (CNIO). Otra cuestión es si aquí, en nuestro país, se nota ese impulso. El investigador apunta que, «en España, dentro de nuestras endémicas limitaciones debido a la falta de fondos públicos, la Fundación CRIS contra el Cáncer está haciendo un esfuerzo muy importante para financiar grupos competitivos que trabajen en esta área».
Una de las investigadoras que recientemente se ha beneficiado de estas aportaciones es Meritxell Rovira, del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (Idibell). Dirige un proyecto financiado por esta institución que persigue la detección de tumores de páncreas, los más letales y resistentes a los avances en tratamientos, a través de un análisis de sangre.
«Como estamos ante un cáncer extremadamente heterogéneo, intentamos desarrollar un atlas con todos los elementos celulares, alteraciones y mutaciones», explica Rovira. Ella pone la nota optimista: «Hasta hace poco la financiación en investigación en cáncer de páncreas era casi un 2% del total. Estamos ante un cáncer poco prevalente, altamente mortal. Pero en la última década, ese porcentaje ha subido ligeramente, lo que ha supuesto que pasemos de un 8% a un 12% de supervivencia».
«Estamos ante un cáncer muy heterogéneo. Buscamos el desarrollo de un atlas con todos sus elementos celulares, alteraciones y mutaciones»
Investigadora del Instituto de Investigación Biomédica de Bellvitge (Idibell)
Pistas y ganar tiempo es lo que necesitan los oncólogos para reconocer a los pacientes y ofrecerles opciones terapéuticas efectivas. «Desgraciadamente, ninguna de las tres nuevas terapias desarrolladas en los últimos 25 años: la medicina de precisión, la inmunoterapia y las CAR-T han tenido hasta ahora una incidencia significativa en el tratamiento de éstas tipo de tumor», lamenta Barbacid.
Esto es lo que hay «en el armamentarium de un tumor tan agresivo como lo es el cáncer de páncreas», insiste el investigador del CNIO. Las únicas terapias aprobadas hasta ahora están basadas en la vieja quimioterapia que desgrana Barbacid: «El Folfirinox, un tratamiento superagresivo que consiste en la combinación de cuatro agentes citotóxicos, la gemcitabina otro citotóxico descubiertos hace casi 30 años y el Abraxane, que no es más que una nueva formulación del viejo taxol».
El cáncer de páncreas es difícil de detectar y tratar porque los síntomas tienden a aparecer en etapas avanzadas, «cuando el tumor ya ha crecido o se ha diseminado», indica Safont, también oncóloga médica del Consorcio Hospital General Universitario de Valencia. Uno de los obstáculos es su localización: profundamente en el abdomen, «lo que entorpece la detección en exámenes físicos», señala.
Además, «los primeros síntomas suelen ser inespecíficos, como dolor abdominal, pérdida de peso o fatiga, lo que puede llevar a diagnósticos tardíos. Su comportamiento agresivo también hace que sea complicado tratarlo eficazmente», argumenta la oncóloga sobre la complejidad para un diagnóstico precoz.
Sin opciones de tratamiento y con dificultades para llegar en etapas tempranas, ¿qué pueden esperar los miles de pacientes que serán diagnosticados a corto plazo? «La clave para que las terapias sean más efectivas radica en comprender mejor las características moleculares del cáncer de páncreas y cómo se comporta a nivel genético. Esto ha permitido el desarrollo de terapias dirigidas a mutaciones específicas, como KRAS», sostiene la oncóloga de SEOM.
«También es importante el diagnóstico temprano y la personalización de los tratamientos para adaptarse mejor a las características del tumor en cada paciente», añade. En el momento del diagnóstico, menos de un 20% de los pacientes será susceptible de llegar al bisturí, dado el estado avanzado de la enfermedad. Tras la intervención quirúrgica, la supervivencia suele ser de 10-20 meses.
Quizás lo primero, y mientras los clínicos buscan soluciones de detección precoz y terapias efectivas, sería importante eliminar las papeletas que se pueden evitar. «Tenemos identificados los factores de riesgo: la obesidad, el tabaquismo y la diabetes, claramente relacionados con esta neoplasia», indica Safont. También existen factores genéticos que pueden influir en el aumento de la incidencia del cáncer, como apunta la oncóloga, «aunque se trata, en su mayoría de una enfermedad esporádica. No obstante, muchos casos ocurren en individuos sin antecedentes familiares directos y son más bien el resultado de una combinación de factores genéticos y ambientales».
El desafío que tienen ante sí los científicos está en atacar sus dominios. La complicada localización física se une al sistema fortificado que construye el tumor en este órgano: una suerte de castillo medieval, con fosa incluida, en la que las defensas del sistema inmune junto a los tratamientos actuales a duras penas consiguen penetrar con éxito.
«Al identificar a la enzima ELOVL6, la quimioterapia atraviesa con mayor facilidad la membrana de las células del tumor y se potencia su acción»
Víctor Sánchez-Arévalo, jefe Grupo Oncología Molecular Universidad Francisco de Vitoria y Hospital 12 de Octubre (Madrid)
«El cáncer pancreático es lo que se conoce como un tumor frío, esto quiere decir tiene pocas células inmunes infiltradas y por eso normalmente la inmunoterapia no funciona», argumenta Rovira. En este sentido, Barbacid explica cómo son las aproximaciones terapéuticas, que «se centran en eliminar o al menos inhibir el microambiente tumoral o permeabilizar el estroma dermoplástico». El investigador del CNIO asegura que «se tenía mucha esperanza en que los inhibidores de KRAS pudieran tener un impacto importante ya que este oncogén es el responsable de la iniciación de este tipo de cáncer en un 95% de los casos».
Esta semana se dieron a conocer dos nuevas tácticas con las que los investigadores trazan planes de invasión en zonas cancerígenas. Ambas tienen españoles entre sus filas y han sido publicadas en revistas científicas de alto impacto.
Por un lado, un trabajo del Hospital Universitario 12 de Octubre y de la Universidad Francisco de Vitoria, ambos en Madrid, publicado en Nature Communications, ha demostrado que es debilitar los muros del castillo. Es decir, adelgazar la membrana de la célula tumoral, haciéndola más permeable y permitiendo que la quimioterapia penetre de manera mucho más efectiva. Víctor Sánchez-Arévalo, jefe del Grupo de Oncología Molecular de la Universidad Francisco de Vitoria y el Hospital 12 de Octubre (UFV-H12O) e investigador principal, señala a la diana que lo hace posible: la enzima ELOVL6, «responsable del alargamiento de las cadenas de ácidos grasos presentes, entre otros, en las membranas plasmáticas de las células».
La expresión de este catalizador biológico está regulada por el oncogén c-MYC, que «suele estar alterado y sobreexpresado en el cáncer de páncreas, lo que implica que también hay altos niveles de ELOVL6». «Su inhibición o silenciamiento, tanto por métodos químicos como genéticos, altera las propiedades físico-químicas de la membrana celular, haciéndola menos rígida y más permeable. Como resultado, la quimioterapia la atraviesa con mayor facilidad potenciando su acción», detalla Sánchez-Arévalo.
El investigador apunta que el efecto se observa principalmente en aquellas quimios que emplean nanopartículas para cargar los fármacos contra las células tumorales, como el paclitaxel, un medicamento habitual contra este cáncer. Como resultado, «sería posible obtener el mismo efecto sobre las células cancerosas con una dosis menor de quimioterapia, reduciendo también su toxicidad», remacha.
Por un otro, PNAS ha publicado un trabajo conjunto del Instituto de Investigación del Hospital del Mar, del IIBB-CSIC-IDIBAPS, de la Mayo Clinic, del Instituto de Biología y Medicina Experimental (CONICET, Argentina) y del CaixaResearch Institute que abre la puerta a nuevas estrategias. Aquí el asalto se produciría gracias a la identificación de uno de los miembros de la guarnición, responsable de su agresividad: una función desconocida hasta ahora de la proteína Galectina-1 dentro del núcleo de los fibroblastos.
«Se considera que este estroma es una pieza clave, ya que interactúa con las células cancerígenas, las protege e impide la acción de los fármacos. Además, las células del estroma, en particular los fibroblastos, producen sustancias que facilitan el crecimiento y la diseminación neoplásica», explica Pilar Navarro, del Hospital del Mar e IIBB-CSIC-IDIBAPS.
Este equipo de científicos ha puesto a prueba esta teoría en muestras de pacientes, lo que les ha facilitado comprobar la presencia y función de la Galectina-1 en el núcleo de los fibroblastos. Junto a ello, han realizado experimentos in vitro con líneas de células humanas fibroblásticas, donde han investigado los efectos de la inhibición tanto de la proteína como del gen KRAS, observando una desactivación de estas células. Esto genera una grieta en sus filas, esto es: evitaría la colaboración de los fibroblastos con las células tumorales.
Gabriel Rabinovich, investigador del IBYME (CONICET), dibuja los siguientes pasos. «Vamos a explorar combinaciones terapéuticas que permitan inhibir la Galectina-1 tanto extracelular como intracelular. De hecho, esta proteína también participa en procesos clave para el tumor como la formación de vasos sanguíneos y la resistencia a la inmunoterapia. Por ello, esta estrategia adquiere particular importancia teniendo en cuenta la capacidad múltiple antitumoral de la inhibición de esta proteína».
Barbacid concluye que «llevar nuestro sistema inmune hasta las células tumorales, es decir, algo similar a lo que conocemos como inmunoterapia o encontrar cómo vencer los mecanismos de resistencia tumoral a las terapias personalizadas serán dos importantes hitos para luchar contra esta terrible enfermedad».
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