Tras la sorpresa, una profunda inquietud. Y frustración. La victoria inesperada del candidato prorruso y anti-UE Calin Georgescu en Rumania y su paso a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales ha caído como una bomba en las instituciones de la UE que hace solo unos días celebraban como una señal proeuropea el inminente ingreso como miembro pleno del espacio Schengen de este país. En la capital de Europa se leen los resultados de las elecciones del domingo como una muestra más —tras Moldavia y Georgia hace apenas unas semanas— de que la propaganda rusa cala cada vez en más sitios y en más y más ciudadanos, pese a las insistentes advertencias desde Bruselas para protegerse de esa injerencia.
La clasificación por sorpresa a la segunda vuelta de las presidenciales de un candidato ultra desata las alarmas en la UE
Tras la sorpresa, una profunda inquietud. Y frustración. La victoria inesperada del candidato prorruso y anti-UE Calin Georgescu en Rumania y su paso a la segunda vuelta de las elecciones presidenciales ha caído como una bomba en las instituciones de la UE que hace solo unos días celebraban como una señal proeuropea el inminente ingreso como miembro pleno del espacio Schengen de este país. En la capital de Europa se leen los resultados de las elecciones del domingo como una muestra más —tras Moldavia y Georgia hace apenas unas semanas— de que la propaganda rusa cala cada vez en más sitios y en más y más ciudadanos, pese a las insistentes advertencias desde Bruselas para protegerse de esa injerencia.
Aunque nadie quiere alzar la voz de alarma aún, al menos públicamente, porque todavía quedan las legislativas en una semana y la segunda vuelta presidencial decisiva, de lo que no se duda en las instancias europeas ni en los pasillos diplomáticos es que hay un vínculo directo entre las campañas de desinformación rusa y el surgimiento de candidaturas antioccidentales en la UE y sus vecinos.
“Rusia representa en estos momentos la amenaza más significativa al entorno informativo en la UE”, subrayan fuentes comunitarias.
Todo ello sucede además en uno de los momentos más delicados para Europa: acaban de cumplirse 1.000 días desde el comienzo de la invasión rusa en Ucrania y cuando Moscú no solo busca involucrar cada vez más actores externos en la guerra, sino que además ha empezado a utilizar un misil hipersónico de nueva generación. Una situación que, de hecho, será discutida este martes en la sede de la OTAN en Bruselas a nivel de embajadores.
En la reunión de urgencia solicitada por Kiev participará, como miembro desde hace dos décadas, la misma Rumania que dentro de unas semanas podría acabar liderada por un político que “llegó a felicitar a Rusia por la anexión de Crimea y considera que la guerra en Ucrania se debe al cambio de posicionamiento de la Alianza de organización defensiva a una más agresiva”, recuerda Clara Volintiru, directora regional del Mar Negro del think tank German Marshall Fund (GMF).
Un relato, subraya, “muy alineado con el del Kremlin” y que podría llegar además al corazón mismo de la UE. Porque si Georgescu se hace con la presidencia rumana—y varios de sus antiguos rivales tan anti-UE como él ya han prometido apoyarlo— el club de los líderes prorrusos y euroescépticos que se sientan en el Consejo Europeo se ampliaría, tras la victoria la pasada primavera en Eslovaquia de otro prorruso, Peter Pellegrini. Algo que haría las delicias del primer ministro húngaro, Viktor Orbán, hasta no hace tanto un paria de las reuniones de los Veintisiete y muy recriminado por estos por su supuesta “misión de paz” que lo llevó a Moscú al comienzo de la presidencia de turno húngara de la UE, pero que se ha crecido con los últimos resultados electorales, también los que han dado la victoria en Estados Unidos a su amigo Donald Trump. También en el Parlamento Europeo, desde las elecciones de junio, han aumentado las voces ultras, muchas de las cuales se alinean sin complejos con el relato de Moscú, acusado en varios países, entre ellos Bélgica, de haber atraído y hasta pagado a políticos de la extrema derecha.
El escenario hace ya tiempo que provoca escalofríos a muchos en Bruselas y otras capitales europeas.
Porque lo sucedido en Rumania parece cumplir a rajatabla el manual de acción de los actores de desinformación rusos que, según Bruselas, actúan con un “traje a medida” en cada país —usando lenguaje y contexto local, a menudo con actores locales— que hace más difícil combatirlos. “Hemos visto en el pasado que las elecciones nacionales son un terreno fértil para la interferencia, y manipulación de información rusas”, señalan las fuentes comunitarias. Aunque el trabajo, muy a menudo, es muy anterior a la fecha de los comicios: “Es un proceso de largo plazo, que crea y difunde narrativas dañinas y manipula el debate público. Todo ello empieza mucho antes de las elecciones y durante las mismas y después”, señalan.
Que es lo que, según Volintiru, ha sucedido en Rumania, donde, lamenta, “se ha subestimado gravemente la amplitud de la influencia rusa en la opinión pública rumana”.
“Las élites en el poder han calculado mal su control sobre el sentimiento público”, explica en conversación telefónica desde Bucarest. Habla de “complacencia” al creerse los responsables en el poder y en las fuerzas políticas tradicionales que medidas como el aumento de las pensiones y los salarios bastarían para atraer al electorado. Pero cuando uno de cada cinco rumanos están en riesgo de exclusión social y económica, uno de cada cinco jóvenes ni trabajan ni estudian y uno de cada cinco niños abandonan pronto el colegio, estos mensajes no bastan. Y los actores prorrusos han sabido aprovechar esta “vulnerabilidad” para jugar a favor de candidatos alineados con Moscú. Los más de dos millones de rumanos que han votado por Georgescu “no es que compartan un sentimiento prorruso, pero sí aprueban los valores tradicionales, las narrativas conservadoras y creo que esa es la vía por la que se produce la interferencia rusa”, señala, apuntando a que son fenómenos ya vistos, con anterioridad, en Hungría, Serbia o Georgia.
La experta también apunta a un “grave error de los servicios de inteligencia que no reconocieron la operación en marcha” de desinformación rusa. Especialmente, señala, la actividad en redes sociales de una parte del electorado, dentro y fuera del país, debería haber suscitado más alarmas.
“En comparación, las autoridades moldavas fueron mucho más vigilantes con la identificación de este tipo de esfuerzos de movilización electoral ruso y, aunque no lograron contrarrestar todo el fenómeno, al menos estaban preparadas para adoptar algunas medidas”.
Desde Europa ahora poco más queda que esperar y ver, agrega. Porque manifestarse públicamente contra Georgescu podría ser incluso contraproducente, advierte. “Solo ayudaría a movilizar más a su base anti-establishment”, considera.
Eric Maurice, analista del European Policy Center (EPC), llama con todo a la cautela. Considera que las legislativas del 1 de diciembre servirán de barómetro para ver si se confirma esta tendencia o si las fuerzas proeuropeas lograrán contrarrestarla. También Volintiru seguirá los comicios del domingo calculadora en mano.”Habrá que ver cuántos escaños caen en manos antieuropeas y anti-establishment y ver si intentan reagruparse y formar una coalición de gobierno”. Si no llegan a más del 30%, considera, las fuerzas prodemocráticas y proeuropeas podrían aún buscar una coalición y mantener el gobierno. Pero si los otros rozan el 40%, no solo la presidencia rumana podría acabar en manos de un aliado de Moscú. Y ahí las alarmas sí que empezarían a retumbar en el resto de la UE.
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