En el Tour también hay coche escoba

El coche escoba existe. No es un engaño y circula en plan furgoneta cada día como el último vehículo de la carrera. Pasarán los años, vendrán nuevas generaciones de corredores, pero siempre tendrán el auxilio del coche escoba, aunque ningún ciclista se suba a él. El coche escoba existe. No es un engaño y circula en plan furgoneta cada día como el último vehículo de la carrera. Pasarán los años, vendrán nuevas generaciones de corredores, pero siempre tendrán el auxilio del coche escoba, aunque ningún ciclista se suba a él.  

El coche escoba existe. No es un engaño y circula en plan furgoneta cada día como el último vehículo de la carrera. Pasarán los años, vendrán nuevas generaciones de corredores, pero siempre tendrán el auxilio del coche escoba, aunque ningún ciclista se suba a él.

Uno se cruza con el chofer del coche escoba en la autopista que conduce desde el Macizo Central a Toulouse. El conductor viaja con la ventanilla abierta, a 130 por hora, que es la velocidad permitida en Francia. Parece que quiera gozar del aire, disfrutar de la libertad después de pasarse horas; sí, horas, yendo el último, el más lento, muchas veces a 20 por hora, y no digamos a partir del jueves cuando tenga que situarse a cola del pelotón de los velocistas, que ascenderán por los Pirineos echando unas risas y hablando de sus cosas.

No puede poner la radio ni entretenerse con la música porque debe estar pendiente de las consignas que dicta el Tour por la emisora privada. Nunca llega nada que hacer porque si un corredor se retira a consecuencia de las heridas por una caída, tal como hizo Joâo Almeida el domingo pasado, se sube a la furgoneta de su equipo que lo lleva directamente al hotel. Y, si por desgracia, el accidente es más grave, el ciclista herido es conducido rápidamente a un hospital.

Pasa horas contemplando el paisaje, admirando a la gente y, eso sí, recibiendo los aplausos de los que han quedado atrapados en la carretera, a los que ni les va ni les viene el Tour, los que querían llegar a una localidad en concreto y no han podido hacerlo por culpa de los ciclistas. El paso de la furgoneta escoba (coche ‘Balay’ en el Tour) es la señal de que la carretera queda liberada, que se podrá arrancar el vehículo y, aunque sea a trote cochinero, intentar llegar al lugar de destino.

Hace unos años, en la Vuelta, un famoso corredor subió al coche escoba. Estaban tan cabreados en su equipo por la retirada que lo castigaron no queriendo llevarlo en los vehículos de la escuadra. El ciclista -los suyos tampoco quisieron hacerse cargo de la bici- tuvo que ayudar al conductor a sacar las ruedas de la bicicleta, puesto que no tenía ni idea de cómo hacerlo, e introducirla en el interior de la furgoneta.

El conductor creía que el corredor estaría muy afectado por la retirada, pero cuál fue la sorpresa cuando este sacó el móvil y empezó a llamar a las amistades para quedar por la noche e irse de marcha. La Vuelta ya era para él un asunto finiquitado.

En algunas carreras, no es el caso del Tour, las furgonetas que cierran la competición todavía llevan colgada una escoba en la parte delantera derecha, para que se identifique bien al vehículo. El puesto de trabajo quizá no sea el más agradecido cuando se sortean las funciones que el personal contratado debe efectuar durante las etapas.

Eso sí, sin perder el contacto con el volante, podrá comer el bocadillo con tranquilidad porque lo que se dice ciclistas, corredores en activo, pocos verá, sólo la senda de decenas de vehículos que circulan a cola de pelotón con la obligación de ir siempre el último conduciendo con una paciencia y lentitud exquisitas.

 Diario de Mallorca – Deportes

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